Por qué nos gusta tanto el hedonismo
Sobre la llegada del verano y el placer inmenso de no hacer nada, un poema de Frank O'Hara y el Azul Klein.
Ya es oficialmente verano y no puedo dejar de pensar en el hedonismo como concepto. Asocio hedonismo con superficialidad; dos términos bailando en el filo de una gran escalinata que conduce al mar. Me digo a mí misma qué tiene de malo buscar el hedonismo, o incluso, qué tiene de malo ser un poco hedonista.
No creo que exagere afirmando que el verano es la época de proyectarnos en deseos. Soñamos con pasar las vacaciones en lugares que respiran armonía y dejarnos seducir con paisajes bañados por el mar. Mientras escribo esto acumulo recuerdos: la arena mojada de la playa pegada en mis rodillas; mi yo de cinco años correteando con el bikini rojo de margaritas; todos los helados que se me han deshecho entre las manos por no ser lo suficientemente rápida.
Pienso en el verano y me viene a la cabeza la imagen de un cuerpo deshaciéndose poco a poco en la arena; un cuerpo que se protege del exterior entrando en la tierra y generando su propio espacio. Tiene la necesidad de recargarse a sí mismo, de no obedecer a obligaciones, de sentir que el mundo no le pertenece. Esta imagen me recuerda un poco a las performance de Ana Mendieta enterrando su cuerpo en la naturaleza. Su voluntad era la de conectarse con la Madre Tierra; la mía, quedarme en silencio.
Un poema que me hace pensar en el verano
Having a Coke with you es uno de los muchos poemas que escribió Frank O’Hara. Pero este en concreto me conecta automáticamente con el verano. He estado en todas las ciudades que menciona, y casi todas tienen playa: San Sebastián, Iruña, Hendaya, Biarritz, Bayona.
Me imagino a O’Hara tomándose un aperitivo frente al mar y escribiendo este poema que no es otra cosa que un poema de amor. Refrescante, incluso anecdótico, pero de amor al fin y al cabo.
Mi parte favorita: «Having a Coke with you is even more fun [...] partly because of my love for you, partly because of your love for yogurt, partly because of the fluorescent orange tulips around the birches, partly because of the secrecy our smiles take on before people and statuary».
El que para mí es el color del verano: Azul Klein
El que quedó definido como International Klein Blue (IKB) es un color que me hace pensar en la profundidad del océano y en el misterio de un sacrificio sagrado.
Aunque Yves Klein influyó notoriamente en el arte conceptual, estaba más preocupado por el color. Fue en 1956, durante unas vacaciones en Niza, cuando empezó a experimentar con el que más tarde se convertiría en el Azul Klein.
En 1957 inauguró una exposición en Milán que incluía 11 pinturas monocromáticas azules sin enmarcar; esto marcó el inicio de esta corriente pictórica. Fue a partir de ese momento cuando el artista empezó a incorporar el IKB en sus obras, incluyendo objetos como esponjas, globos y bustos de Venus.
El Azul Klein ha logrado trascender hasta hoy y sigue tiñendo nuestro imaginario.
Una serie que he visto en los últimos días: Normal People
Recuerdo que leí el libro al poco de que se publicara. Mi primero de Sally Rooney. Debía ser el 2019, y en aquella época rápidamente me sentí identificada con la protagonista. Cinco años más tarde, aunque siento que me alejan de ella una serie de circunstancias, vuelvo a sentir esa conexión.
Normal People habla de una historia de fascinación mutua, y de cómo esa fascinación está teñida por la sombra del amor y la amistad. Juntar la amistad y el amor no suele acabar de la mejor forma, pero es interesante cómo se enredan la una con la una, y cómo la admiración profunda hace que se confundan entre ellas. La historia está protagonizada por dos adolescentes de carácter magnético.